Pilar Cisneros: «Hay aguacatazo para rato»

Pilar Cisneros
Periodista

Todo el mundo habla del “cementazo” y del “yamberazo” pero nadie menciona el “aguacatazo”, ese gol que nos metieron a los consumidores y que hizo que esta deliciosa y nutritiva fruta se volviera absolutamente prohibitiva para los costarricenses.

Todo empezó en 2014, cuando el Servicio Fitosanitario del Estado prohibió la importación de aguacates de México, nuestro principal proveedor. Alegaban que querían impedir la entrada de un virus conocido como mancha del sol (Sun Blotch) presente en cultivos del estado de Michoacán.

No me pregunten por qué,  pero los ticos sólo somos capaces de producir el 20% de las casi 85 mil  toneladas de aguacate que nos comemos cada año. Y esta medida, sin ningún aviso previo, causó un desabastecimiento inmediato en el mercado nacional y, por supuesto, un alza astronómica en el precio.

De los ¢1.200 colones el kilo que costaba antes del “aguacatazo” ahora tenemos que pagarlo a precio de lomito , langosta o camarones: ¢6.300 en el Fresh Market, ¢6.000 en el Auto Mercado, ¢5.000 en Price Smart, y en las verdulerías pequeñas hay que pagar entre ¢3.200 y ¢2.700. En el mejor de los casos, más del doble de lo que costaba antes del “aguacatazo”.

Y lo más increíble de todo es que los agricultores nacionales ni siquiera entienden por qué se tomó la medida, porque resulta que aquí, en Costa Rica, la famosa “mancha del sol”  también hace de las suyas en algunas plantaciones.

Ustedes me disculparán que piense tan mal pero, la verdad sea dicha, en un país donde la corrupción a todo nivel se pasea oronda por sus calles, es inevitable entrar en sospechas y conjeturas.

¿Hubo algún vivillo que se hizo rico con la escasez? ¿Otro vivillo que importó barato, pero vendió caro (carísimo) aprovechando la desesperación de los consumidores que no conseguían aguacate por ningún lado? ¿Comerciantes que hicieron sonar con fuerza sus cajas registradoras cobrando precios exorbitantes?

La cosa es que ni los mismísimos presidentes Luis Guillermo Solís de Costa Rica y Enrique Peña Nieto de México pudieron terminar con la guerra del aguacate y ahora nuestro país enfrenta una demanda (que nos puede costar muchos millones de dólares) ante la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Pero la verdadera guerra la perdimos los consumidores, obligados a pagar hasta cinco veces más por un kilo de aguacate. Y mucho peor para nosotros, los vegetarianos, pues esta fruta es de incalculable importancia para una dieta libre de carne animal.  Hay que comprarla si o sí, a precio de aguacate o a precio de oro.

Para quienes no lo saben, el aguacate sobrepasa a todas las frutas en valor alimenticio: tiene 17 minerales y 11 vitaminas (A, B2, C), es rico en potasio, calcio y hierro, es un suave laxante y ayuda a disolver los cálculos en la vesícula. Para los diabéticos es un alimento inmejorable, pues no contiene azúcares ni harinas.

Tres años después, nunca entendimos las verdaderas razones de la decisión, pero los consumidores pagamos la ocurrencia gastando muchísimo más para comprar la preciada fruta.

No se cuándo terminará esta absurda medida, pero si de algo pueden estar seguros es que, a como son de mañosos (para decirlo en bonito) ni aún volviéndose a autorizar la importación de México, el precio volverá a sus niveles de antes.

Hay “aguacatazo” para rato. 


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